martes, 25 de mayo de 2010

Pasado, presente y futuro.

La historia de la ornitología deportiva en nuestro país está plagada de decisiones controvertidas y polémicas, cuando no irregulares, contrarias a ley o contrarias a la esencia democrática que debe regir en nuestras organizaciones. Ello revela desgraciadamente, la escasa capacidad y/o el dudoso talante de aquellos que, como dirigentes, protagonizaron esas actuaciones. El resultado es tan triste que sólo viene a demostrar lo “burro” que es el ser humano, incapaz de aprender de sus propios errores al ignorar su propia historia, que se repite y repite una vez tras otra, pues el cisma ornitológico no es la primera vez que se produce.

La historia reciente de lo acontecido en nuestra ornitología nacional avala lo expuesto, y actuaciones controvertidas, como lo fueran el no someterse a una moción de censura reglamentariamente solicitada, o las mal llamadas “expulsiones” de las federaciones “rebeldes”, capitaneadas éstas por personas que perdieron toda razón que pudiera asistirles por unas formas inadecuadas, y que perdieron cualquier credibilidad al promover lo que antes ellos mismos habían prohibido, han dado paso a un nuevo “status” configurado por dos grandes bloques.

La relación entre los adeptos de uno y otro bloque, como si se tratase de una nueva guerra civil, ha estado gobernada, en un primer momento, por una beligerancia casi sangrienta; pero ésta, por evolución natural y con el paso del tiempo, se encamina poco a poco hacia un nuevo estatus de respeto y de aceptación mutua, donde incluso podrían darse pactos de colaboración convenientes para ambas partes.

Si en un principio yo mismo fui el primero en rasgarme las vestiduras por el hecho de la ruptura de las bases, cosa que me entristecía sobremanera, hoy encuentro ventajas en este hecho que antes no alcanzaba a ver. Efectivamente, el hecho en sí de que existan dos bloques ofrece una alternativa a los criadores y a las asociaciones que antes no existía: la de poder elegir entre uno u otro. Esto implica obligatoriamente una competitividad entre las dos organizaciones que va a redundar en la mejora de los servicios ofrecidos, y además, es la mejor medicina contra los abusos de poder que propician los monopolios.

Con todo ello, el futuro lo decidirá esa competitividad y ganará adeptos aquella organización que mejor sepa gestionarse, que ofrezca más transparencia y cuyo sistema de gobierno salvaguarde mejor los principios democráticos. Con el devenir de los años, difícilmente se mantendrá el equilibrio actual entre ambas organizaciones, y una de ellas será más fuerte que la otra, y cuando la balanza se incline manifiestamente a favor de una de ellas, será cuestión de tiempo el que la otra quede en simple testimonio, dando como resultado un nuevo monopolio que de nuevo propiciará la creación de corrientes disidentes, y tendremos servido un nuevo cisma.

Estos ciclos repetitivos no se dan en las sociedades avanzadas, sencillamente porque disponen de mecanismos de control que impiden los abusos de poder y que eliminan del mapa político a aquellos dirigentes incapaces y/o con un talante inadecuado. El más importante mecanismo de control se llama “madurez” democrática, por el que los dirigentes más cercanos a las bases, entiéndanse presidentes de federaciones y de asociaciones, ejerzan sus cargos con responsabilidad y sean conocedores de la normativa que les rige, no permitiendo prácticas alienantes o totalitarias, exigiendo responsabilidades y obligando a sus respectivas cúpulas de poder a cumplir estrictamente la normativa y las reglas de un sistema democrático.

Pero poco avanzaremos en este sentido mientras algunos dirigentes sigan acudiendo a las reuniones donde se toman decisiones a verlas venir, a dejarse dirigir, y sin exigir más allá que el pago de sus gastos. Poco avanzaremos mientras algunos dirigentes sigan considerándose clase “dirigente” en lugar de clase “sirviente”, y asuman con honestidad y responsabilidad que su rol es el de “servir” a sus asociados, representando y defendiendo sus intereses por encima de cualquier otro interés.

Lamentablemente, no son todos los dirigentes los que cumplen con estos preceptos; tal vez porque las personas realmente válidas tengan otras ocupaciones y no quieran implicarse en cuitas tan poco gratificantes; o tal vez porque sus vidas personales estén plenamente satisfechas y no quieran asumir la responsabilidad de ejercer cargos directivos en este tipo de asociaciones. Tal vez la humildad, en el ejercicio de estos cargos sea el mejor aval para ostentarlos, y tal vez esa misma humildad sea la que diferencie a los tiranos de los dignos.

La prepotencia de que hace gala esta afición, aval inequívoco de ignorancia, nos lleva incluso a caer en el ridículo, y se pone de manifiesto en la redacción de nuestros propios Estatutos. En ellos, ambas organizaciones se erigen en “defensores” de la Naturaleza y se comprometen a colaborar con las autoridades, haciendo alarde, ya no sólo de una prepotencia sin límite, también representa la máxima expresión de hipocresía, porque en verdad, ni la una ni la otra, promueven actividad alguna con este fin ni colaboran con nadie en la defensa de nada, más al contrario, ambas conniven con actos incompatibles con aquello que proclaman. También ambos Estatutos se arrogan la potestad del estudio “científico” de las aves, aún cuando nuestra metodología poco tiene en relación con los principios de sustentación de ciencia alguna. Se arrogan incluso la potestad de proteger especies amenazadas, cuando en verdad, nuestra afición es predadora de dichas especies. Así mismo, son notables las evidencias de mala redacción o del uso indebido del lenguaje, como emplear la expresión “cría en domesticidad” en lugar de “cría en cautividad” o “cría ex situ”. La máxima expresión de prepotencia se alcanza en la potestad de crear incluso nuevos y bonitos vocablos, como “orníticas” u “ornitocultura”, ninguno de ellos reconocido por la Real Academia Española.

Y desde mi más profunda ignorancia, pregunto: ¿Acaso no es suficientemente noble y digna nuestra afición, como para tener que disfrazarla de una parafernalia que poco o nada tiene que ver con ella? ¿No sería mejor una actitud más humilde, y que erradique aquellas prácticas que perjudican nuestra imagen social?

Tristemente y al contrario, nuestra prepotencia dista mucho del verdadero reconocimiento de nuestras organizaciones en cualquier ámbito fuera del propio, y carecemos de cualquier prestigio ante organismos oficiales, simplemente porque nuestros Estatutos son una falacia y no hacemos absolutamente nada de lo que en ellos se proclama; por el contrario, nuestra afición se asocia a prácticas contrarias al sentir general de una sociedad cada vez más sensibilizada con el trato que proferimos a los animales y con la conservación de la Naturaleza. La realidad es que nuestras organizaciones carecen de cualquier peso en decisión oficial alguna y son otras entidades las que se sientan en la mesa con consejerías, ministerios y gobiernos. Y esa realidad, al margen de expresiones tan magnánimas y grandilocuentes que falazmente nos sitúan como el centro del universo, sólo tenemos que agradecérsela a dirigentes que, por encima de su presunta falta de humildad, sólo demuestran su incapacidad e incompetencia para gestionar adecuadamente nuestra imagen pública.

Ignoro cual es el futuro, sin duda incierto, para esta afición; lo que sí se, es que lo realmente importante para que esta afición evolucione hacia un futuro diferente, es que las bases abran los ojos, se impliquen y sepan apoyar a aquellos dirigentes realmente válidos; y que remuevan sus conciencias para que éstos se rijan por un sentido de la responsabilidad acorde con los principios democráticos y con la realidad de las exigencias éticas de nuestra sociedad. Sólo así, con independencia del quién y del cuándo, nuestras organizaciones funcionarán de otra manera, sin ciclos de monopolios ni cismas. Sólo así nuestra afición se dignificará y definitivamente ostentará el reconocimiento social que merece.

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