martes, 15 de febrero de 2011

El día de los enamorados

Algunos parecen no tener vida más allá de esta afición, y ni siquiera los fines de semana descansan de sus torticeras costumbres. Afortunadamente, otros sí tenemos vida más allá de los pajaritos y disfrutamos del fin de semana con otras actividades sociales. A mi regreso del fin de semana, me encuentro con las reacciones suscitadas por la noticia sobre los acuerdos adoptados por ANCEP, y a la vez con un contador de visitas que casi se funde.

Aunque este blog no está concebido para prestar atención a ciertos personajes, ni tampoco para defender cuitas personales, haremos un paréntesis excepcional en su labor para analizar dichas reacciones, y dedicar este artículo a mis “queridos” enemigos del alma; precisamente cuando ayer fue el día de los enamorados.

Claro, cuando las reacciones se sustentan en juzgar a la persona y no en sustanciar la noticia en sí, cuando ese juicio nada más se reduce a una retahíla de insultos, descalificaciones, difamaciones y referencias despectivas; ¿qué clase de respuesta pueden esperar? Luego, cuando se les contesta convenientemente, encima uno se convierte en el malo de la película.

Algo queda claro al leer estas intervenciones, y es que además de lo anterior, dimanan un profundo odio personal, proveniente de personas vacías a los que jamás hice nada, salvo, tal vez, contestarles proporcionalmente cuando la ocasión lo requirió, como una vez más vuelve a ser el caso. Os aseguro, queridos lectores, que jamás les debí dinero, ni jamás los agredí o injurié (a diferencia de ellos), ni jamás mencioné a sus difuntos como para justificar tanto odio. Tal vez la razón de dicho odio no sea otra que la más común, la envidia. Lo triste para ellos, como sucede con otros pecados capitales, es que el odio, quien más lo sufre es quien lo profiere, convirtiéndose en obsesivo y recurrente, no dejando vivir a quienes lo padecen. Es por eso por lo que, en el fondo, los compadezco.

No obstante, voy a ser prudente y comedido, y por supuesto, no voy a caer a la misma altura de ellos; por eso, guardaré las formas en todo momento. Tampoco contestaré a todos por razones obvias, ya que en tal caso, este sería un artículo interminable, y sólo lo haré con aquellas que puedan resultar especialmente relevantes, dejando las insignificancias al margen.

De entre todas las reacciones suscitadas, me preocupa especialmente la del Sr. Nogueiro (aquí llamamos a las personas por su nombre y reciben el tratamiento de señor), y digo que me preocupa porque no debe ser bueno para la salud, especialmente la mental, el acumular tanto odio. De todas formas, prefiero no contestarle, porque si lo hiciera, saldría corriendo a lloriquear a papá como cualquier niño acusica, y papá le rodearía con sus brazos haciéndole carantoñas para calmar su llanto, y terminaría por ponerse firme y decir aquello de ”señor, sí señor”. Así, prefiero no contestar con tal de no tener que volver a soportar tan patética escena.

De otro lado, analizando las actitudes de los moderadores de los propios foros, uno se acuerda de otros artículos anteriores publicados en este mismo blog, y constata como lo dicho entonces sigue estando vigente. Moderadores que toman parte y dan uso a sus foros para sus propias cuitas, y que lejos de dar ejemplo, son los primeros en revolver el lodazal. Algunos, como el Sr. Paco Almería, no llegan a este extremo y mantiene las formas, pero la intencionalidad de sus intervenciones es la misma; y rebusca escritos en todos los archivos internautas sobre mis intervenciones en tiempos pasados, copia y pega párrafos aislados y sacados de contexto para propiciar una interpretación de los mismos que no se ajusta a las circunstancias actuales, y tras tanto esfuerzo, finalmente no consigue demostrar absolutamente nada, pero sí dejar en el aire dudas malintencionadas.

Tristemente también compruebo que algunas personas no han captado correctamente el mensaje que trata de transmitir ANCEP como asociación, y lo llevan al terreno personal de su presidente, siendo precisamente éste quien más tiene que perder. No alcanzan a comprender que ANCEP no revindica nada para sí misma, sino para el bien general de todos los aficionados de este país. No alcanzan a comprender que ANCEP esté dispuesta a sacrificarse a sí misma por este cometido. Y no alcanzan a comprender que la actuación de ANCEP no obedece exclusivamente a un hecho aislado, sino a un cúmulo de despropósitos que se acumulan en el tiempo. El hecho en sí de la impugnación a la normativa de anillas, no fue sino el detonante, la gota que colmó un vaso que ya estaba lleno desde hace mucho tiempo.

Pero casi es normal que no alcancen a comprender el verdadero mensaje, porque han sido muchos los años en los que han vivido en una gran mentira, mentira que se han creído a pies juntillas. Ahora, resulta difícil de digerir una nueva realidad que les rompe todos los esquemas preestablecidos, propios de una sociedad alienada. A todos ellos, a los que aún no han comprendido el verdadero mensaje, sólo puedo recomendarles la lectura de los artículos anteriores, y que lo hagan con detenimiento y objetividad, porque en ellos encontrarán las respuestas.

En todo este maremagnúm de reacciones, también me preocupa un hecho concreto y recurrente, cual es el que el foro oficial de la federación andaluza, en el que además participan sus dirigentes, sea permisivo con la participación de personas que, escondidas tras un pseudónimo, se den a la labor de difamar a terceras personas. Evidentemente, es legítimo el uso de pseudónimos, como así nació este propio blog o como otros múltiples ejemplos se dan en literatura y periodismo, para ejercer una crítica legítima; pero cuando la difamación se esconde tras un pseudónimo, permitiendo así el anonimato, entonces lo que revela es la más absoluta de las cobardías. Esto se permite en un foro que se autoproclama como democrático, demostrando una vez más que las normas se utilizan a conveniencia y con distintas varas de medir, y eso no es democracia. No creo que esa imagen que está dando el foro de la federación andaluza sea la adecuada, y cuando las cosas no se hacen de la manera correcta, al final siempre se vuelven en contra.

Sin embargo, sería aún más grave si aquellos que se esconden tras esos pseudónimos fueran precisamente directivos de la propia federación, porque en tal caso, demostrarían su indignidad para ostentar tales cargos.

El tal Soberano, al que tengo que reconocer que eligió bien su pseudónimo, ya que soberano, en su acepción antigua significa: altivo, soberbio o presumido; basa sus exposiciones simplemente en juicios personales, siempre despectivos y de pésimo gusto, en lugar de analizar los propios hechos y aportar sus opiniones al respecto, que siempre resultarían más interesantes. Con su talante demuestra su escaso respeto por las personas de carne y hueso a las que se descuartiza, sin tener en consideración sus propios sentimientos ni los sentimientos de su entorno social y familiar, demostrando así la clase de persona que es y cuánto de aleja de la imagen que da, tan aparentemente modosito y bien educado. Me pregunto si estos mismos valores y conductas son los que transmite a sus propios alumnos.

Este personaje se limita a escribir para la galería, y dice sólo aquello que la plebe quiere oír de manera populista. Tal vez ésta sea la estrategia correcta para trepar a los más altos cargos, mientras que otros somos tan torpes de ejercitar la sinceridad de nuestros pensamientos. Tan sólo quiero hacerle una observación, y es que, aun cuando sus escritos dimanan una jactancia obtusa de ostentación de cultura, mete la pata por carencia de ella, como cualquier otro simple mortal; y así, llama “romanos” a personajes que no lo son. Tanto que cree saber sobre pájaros (se deduce que su carné de juez no acredita tales conocimientos), confunde con personajes romanos a los pseudónimos con que comencé la andadura en este blog, Argusianus y Oriolus, ignorando que los mismos se corresponden con especies de aves.

Homo flácidus, en cambio, siempre va un paso más allá, cegado por una cólera que proviene de su propia insatisfacción, y alcanza descaradamente el insulto personal más rastrero. Este personaje, burdo imitador del ilustre Quevedo, hace del sarcasmo el escarnio de las personas; tal vez por la insatisfacción personal derivada de largas noches en soledad, encerrado en una triste garita, viendo entrar y salir los coches bajo su custodia. Es normal que una mente tan “privilegiada” como la suya sufra frustraciones con tan insustancial labor, y por eso deseo hacerle saber de mi compasión. Sin embargo, también quiero aconsejarle que se dedique a criar sus queridos lophortix, en lugar de producir textos tan rancios como los que produce, y que son consentidos, simplemente, porque resultan muy divertidos y graciosos a los que están por encima de él, como si volviéramos a los circos romanos y disfrutaran del espectáculo de los leones descuartizando a los cristianos. Todos, unos y otros, parecen considerarse en un plano superior.

Pero de entre todas las intervenciones que se han realizado en ese foro al respecto de este asunto, me ha sorprendido muy gratamente una, quien sí ha sabido interpretar a la perfección lo sucedido; y digo que me sorprende por provenir de quien proviene, bastante alejado ya, según parece, de las maneras empleadas en otro tiempo, lo cual felicito.

Para concluir y es lo verdaderamente importante, he constatado reacciones muy sensatas a una y otra parte del río, provenientes de personas que sí han sabido interpretar adecuadamente el mensaje y que empiezan a cuestionarse muchas cosas, descubriendo una realidad que les permanecía ignorada, tal vez por oculta. Ese debate interno es el importante, y es el que puede empezar a cambiar las cosas. Si así ha sido, y se ha conseguido crear ese debate interno, aunque sólo sea aun en un número reducido de personas, el objetivo se ha logrado.

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