jueves, 17 de junio de 2010

Democracia y transparencia.

Durante los últimos días, tras la celebración de la Asamblea General de FOCDE, se viene produciendo un debate en mi fuero interno bajo la premisa: ¿Es ético divulgar información sobre su desarrollo o sobre los acuerdos adoptados?

Resulta obvio que los dirigentes de las distintas organizaciones ornitológicas no están de acuerdo con que así se haga, y de hecho promueven una ley del silencio entre sus asociados, blindando la información y dotando a sus órganos de un férreo hermetismo que se traduce en un silencio sepulcral tras cualquier asamblea o reunión. Recientemente, un directivo de FOCDE argumentaba que no podía hablar sobre lo sucedido en la Asamblea de FOCDE hasta no informar previamente a los asociados de su federación, lo cual parece correcto a priori, ya que, en realidad, las organizaciones sólo deben explicaciones a sus propios asociados.

Hasta tal punto se promueve este hermetismo, que incluso las convocatorias de las asambleas, que deberían acompañarse de la información necesaria para tener conocimiento de causa de lo que se va a tratar o de lo que se va a votar a distancia mediante la delegación de voto, se reducen a una simple enumeración de los puntos del orden del día, sin una información adicional necesaria para comprender la tesitura que se plantea en cada uno de ellos, y con ello, lo que realmente se está promoviendo, es que las asociaciones deleguen su voto en blanco, pues carecen de la información necesaria para emitir el voto detallado. Tal vez también eso convenga, aunque por otras razones que no vienen al caso.

Sin embargo, los conceptos de democracia y de ocultación de la información son del todo incompatibles, ya que ningún régimen que oculte información o que simplemente no la facilite, podrá nunca ser considerado como verdaderamente democrático, pues sin información no es posible ejercer los derechos sobre los que se sustenta cualquier democracia; el ocultismo, en cualquiera de sus formas, es más propio de regímenes totalitarios.

En una democracia, la información debe fluir libremente hasta todas las capas sociales y no sólo quedar a disposición de los dirigentes de una organización, en el caso que nos ocupa, las asociaciones y los socios de base también tienen derecho a esa información, y si se oculta solo cabe pensar que existan buenas razones para hacerlo.

En nuestro Estado, reconocido como verdaderamente democrático y donde existe una verdadera libertad de prensa, no tiene cabida ningún tipo de ocultación de la información. Tanto es así, que los españoles podemos seguir por televisión incluso los debates sobre el Estado de la Nación, la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, o cualquier otra sesión parlamentaria. De igual manera, los políticos comparecen ante los medios de comunicación tras cualquier reunión para explicar a la sociedad lo sucedido en ella. Todo ello sin perjuicio de que el Estado disponga de sus propios medios de información oficiales o conductos reglamentarios, como puedan ser los boletines oficiales estatales y autonómicos. Así, cualquier españolito de a pie se informa al mismo tiempo que cualquier presidente de comunidad autónoma o cualquier alcalde, por ejemplo, de si han sido aprobados o no los Presupuestos Generales del Estado, o de si ha sido aprobada o no una Ley concreta; y lo hacen a través de los medios de comunicación social, sin perjuicio de que, oficialmente, se informe posteriormente con su publicación en el Boletín Oficial del Estado.

De la misma manera actúan los partidos políticos, ya que, en aras de la transparencia, no dudan en comparecer ante los medios de comunicación tras celebrar sus propios congresos, sin perjuicio de que, posteriormente, sus dirigentes se dirijan a sus acólitos por sus propios conductos internos de información.

Las organizaciones ornitológicas y sus líderes, sólo están obligados a dar explicaciones a sus asociados, tal y como expresamente reconoce el Art. 21 de la Ley que nos regula, y que textualmente dice:

“Todo asociado ostenta el derecho a ser informado a cerca de la composición de los órganos de gobierno y representación de la asociación, de su estado de cuentas y del desarrollo de su actividad”

Obviamente, este derecho que asiste a todo asociado, implica la obligación por parte de los dirigentes a ofrecer esa información, y para ello, por supuesto que existen unos medios internos y reglamentarios. También es obvio, que las organizaciones sólo tienen esta obligación hacia sus propios asociados y no hacia terceros, e incluso de hecho, no deben proporcionar esa información a requerimiento de esos terceros. Sin embargo, la información no llega a todos los asociados, ni mucho menos a todos los estratos, porque la información se oculta en cualquier ámbito que no sea el estrictamente privado, y en ocasiones, no siendo nunca publicado en sus respectivos medios oficiales como puedan ser sus respectivas revistas.

Ante esta tesitura, la de informar exclusivamente a sus asociados, al final y bajo el pretexto de no ofrecer información al “enemigo”, se paga un precio muy caro, pues en realidad, la información se queda en las cúpulas de poder y no desciende a todos los estratos sociales. Así las cosas, uno ya no sabe si lo que se pretende es ocultar la información ante terceros o incluso ante los propios asociados, y con esta estrategia se plantea la duda razonable de si en verdad no se difunde la información por esta razón o porque en verdad esa información puede revelar datos y actuaciones poco justificables. Con ello, la democracia se va al traste y lo que cabe pensar, al final, es que si algo se oculta, es porque ese algo no interesa que se sepa.

En la pasada asamblea de FOCDE, alguien manifestó que el contenido de las asambleas, incluyendo el propio estado de cuentas, debería de publicarse en la revista “Pájaros”, porque es información a la que tienen derecho todos los criadores pertenecientes a las asociaciones adscritas a FOCDE, a lo que se le respondió que cuando esto se hizo en el pasado, se provocaron dos inspecciones de Hacienda; la contrarréplica fue: “cuando las cosas se hacen bien, no hay nada que ocultar, ni nada que temer”. La verdad es que uno no sabe bien como posicionarse a este respecto, pues en ocasiones las cosas no se hacen como es preceptivo, ya no por ningún fin ilegítimo, sino precisamente por lo contrario, para beneficiar a los asociados.

En los últimos tiempos, algunos dirigentes se han manifestado contrarios al uso de los foros para realizar críticas o reivindicaciones públicas sobre sus entidades, pero esos mismos dirigentes otorgaron esa potestad a dichos foros, cuando fueron ellos mismos los que los utilizaron cuando la circunstancia les convenía.

Siempre dije que FOCDE, por ser ésta la organización a la que estoy adscrito, debería de disponer de un portavoz oficial, cuyo cometido sea emitir información veraz a las bases, con motivo del auge adquirido por Internet como medio de información que proporciona inmediatez, frente a la retardada información de otros medios o conductos reglamentarios, sin perjuicio de que éstos sigan cumpliendo su cometido final.

Con todo ello, tanto en FOCDE como en COE la oligarquía, sustentada en una pseudo democracia, se impone como sistema de gobierno de ambas entidades, donde la información, y consiguientemente el control, es ejercido por un número muy reducido de personas.

Como conclusión y tras toda la reflexión precedente, no sólo parece ético divulgar el contenido de las asambleas, sino que es precisamente esa misma ética la que obliga a hacerlo, porque la información debe fluir para que la democracia sea tal, y si las cosas se hacen bien tiene poca relevancia el hecho de que terceros puedan también disponer de esa información; y si se hacen mal, sólo la denuncia pública y la crítica podrán enmendar esas actuaciones incorrectas. La democracia y la transparencia, deben ir de la mano para tener credibilidad, cualquier otra cosa tiene poca relación con estos dos conceptos.

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